Fünf Werkalltage am Züriee: Kibag AG – Teil I
Der Zürichsee, ein wunderschönes Gewässer im Süden der Stadt, in dem, unter anderem, die Flüsse Limmat und Sihl zusammenfliessen, ist eines der beliebtesten Naherholungsgebiete für Einheimische und Besucher. Im Sommer verbringen Tausende von Menschen hier Stunden, um mit Freunden zu entspannen, Sport zu treiben oder einfach die langen Sonnentage zu geniessen. Aber gibt es auch ein produktives Leben am Zürichsee? Um die Antwort zu finden, habe ich fünf Tage lang fünf Unternehmen besucht, die vom Zürichsee leben: Die Kibag, die Werft, die Seepolizei, die Fischerei Ruefer und die Wasserversorgung.
Aus dieser Reise ist diese Geschichte entstanden, die ich Ende 1998 – zu meinem Glück – in einem sonnigen und warmen Herbst fotografiert habe.
Zürichsee, 1998
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Die Kibag
Die Romantik will einfach nicht so recht zu den brummigen Männern passen. Romantik – die Assoziation erscheint unweigerlich, wenn Morgengrauen über den oberen Zürichsee streicht, die schwer beladen Ledischiffe wie Kolosse unbeweglich im stillen Wasser dümpeln.
Plötzlich dröhnt der Motor, einer löst das Tau und die Saturn schiebt sich langsam vom Steg ab, hinaus aus der noch nächtlichen Bucht bei Nuolen, vorbei an den Schemen mächtigen Kieswerks. Es ist keine elegante Schifffahrt in den Morgen hinein, der Lastkahn ist schwerfällig, aber effizient. Mit 820 Tonnen Kies beladen stampf er auch den noch dunklen Zürichsee, Kurs Richtung Stadt. Zunächst gilt es den Durchstich bei Hurden zu passieren, gesäumt von prächtigen Villen, wo das Leben erst langsam erwacht. An Bord und Land – Kies spielt die Hauptrolle.
Der Kapitän lässt sich vom Radar durch die enge Stelle leiten. Aber nur, um der Fotografin as Gerät zu demonstrieren, wie sich herausstellt – er hat die Route im Griff, kennt jede Untiefe und jeden Ufersprung. Und jedes andere Schiff, das sich auf dem Zürichsee bewegt. Man grüsst sich, alle wissen, die Saturn ist die grösste. Kein Wunder, 1981 wurde sie aus zwei Ledischiffen zusammengebaut, doppelte Kraft, die jetzt 50 prallvolle Lastwagen ersetzen kann. Betriebe wird sie immer von zwei Mann, einmal sind es zwei Kapitäne, die sich abwechseln, heute ist es ein Schiffführer und ein Matrose, die gemeinsam die dreistündige Fahrt nach Wollishofen unternehmen. Sie sind sehr unterschiedlich die beiden, nicht nur äusserlich. Ein sanfter der eine, brummig der andere. Die Prioritäten sind nicht die gleichen, auch die Leidenschaft fürs Gewerbe teilen sie nicht unbedingt. Kiesler müsste man sein, meint einer, nein Schiffer, findet der andere, das spiele es keine Rolle, was man geladen habe, Hauptsache mit einem Kahn auf dem Wasser. Einmal war er für neun Monate sein eigener Kapitän. Mit Ehefrau, auf einem Segelschiff in Spanien.
Die Saturn fährt weiter. Als Ledischiff muss sie nur den grossen Passagier-Booten den Vortritt lassen, alle anderen weichen. Exakt nach drei Stunden, wie angekündigt, legt sie vor dem Kibag-Depot in Wollishofen an, der Kran wartet schon um das Kies für die Betonmischung auszuladen. Stunden später bewegt sich der Koloss wieder seeaufwärts – Werkalltag am See.
Text Nathalie Rufer
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Cinco jornadas en el Lago de Zúrich: Kibag AG – Parte I
El lago de Zúrich, una hermosa masa de agua enclavada en la porción sur de la ciudad donde, entre otros, convergen los ríos Limmat y Sihl, es uno de los lugares de esparcimiento más apreciados por los lugareños y por los visitantes. Durante el verano, miles de personas pasan allí horas de descanso con amigos, practican deportes o simplemente disfrutan de los largos días de sol. Pero, ¿existe también una vida productiva en el lago de Zúrich? Para encontrar la respuesta, acompañé durante cinco días a cinco empresas cuyas existencias dependen del lago de Zúrich: Kibag, el astillero, la policía lacustre, Fischerei Ruefer y la empresa de suministro de agua.
De este recorrido surgió esta historia, finalizada a finales de 1998, durante un otoño soleado y cálido, por suerte para mí.
Lago de Zürich, 1998
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Kibag
El romanticismo no termina de congeniar con los hombres gruñones. Romanticismo – la asociación es inevitable cuando amanece en la parte alta del lago de Zúrich y las naves grúas, cargadas hasta los topes, se balancean inmóviles en el agua quieta como colosos.
De repente, el motor ruge, alguien suelta la cuerda y el Saturn se aleja lentamente del embarcadero, saliendo de la tranquila bahía nocturna próxima a Nuolen, entre las siluetas de las imponentes graveras. No es un viaje elegante por la mañana, la barcaza es pesada pero eficiente. Cargada con 820 toneladas de gravilla, avanza penosamente por el lago de Zúrich, aún oscuro, en dirección a la ciudad. Lo primero que hay que hacer es atravesar la angostura de Hurden, un barrio flanqueado por magníficas mansiones donde la vida aún se despierta lentamente. A bordo y en tierra, la gravilla es la protagonista.
El capitán deja que el radar le guíe por el estrecho pasaje. Pero sólo para mostrar el aparato a la fotógrafa. Tiene toda la ruta bajo control, conoce cada banco de arena y cada saliente de la ribera. Y a todos los demás barcos que navegan por el lago de Zúrich. Todos se saludan, todos saben que el Saturn es el más grande. No es de extrañar; se construyó en 1981 a partir de otras dos naves grúas. El doble de potencia que ahora puede reemplazar la carga de hasta 50 camiones. Siempre lo conducen dos hombres, en ocasiones son dos capitanes que se turnan; hoy son un patrón y un marinero los que hacen juntos el viaje de tres horas a Wollishofen. Los dos son muy diferentes, y no solo en apariencia. Uno es amable, el otro cascarrabias. Sus prioridades no son las mismas, ni comparten necesariamente la pasión por la profesión. Uno piensa que hay que ser pedrero; el otro que hay que ser navegante, no importa lo que hayas cargado, lo principal es mantener un barco en el agua. Una vez incluso fue su propio capitán durante nueve meses. Con su mujer, en un velero en España.
El Saturn sigue navegando. Como toda nave grúa solo tiene que ceder el paso a los grandes barcos de pasajeros, todos los demás deberán esperar. Exactamente tres horas después, como estaba previsto, Saturn atraca frente al depósito de Kibag AG en Wollishofen, donde la grúa ya está esperando para descargar la gravilla que será usara para hacer la mezcla de hormigón. Horas después, el coloso remonta las aguas: una jornada en el lago.
Texto Nathalie Rufer