Reclutas del Servicio Militat Obligatorio después del desfile en la Plaza Cívica. El Vedado
Calzada del Monte. Habana Vieja
Gran Logia de la Isla de Cuba. Centro Habana
Cine Actualidades. Habana Vieja
Calle Infanta. Centro Habana
Almancén de insumos en la calle Galiano. Centro Habana
Calle Infanta. Centro Habana
Floristería en la Avenida 51. Marianao
Calle Mazón. El Vedado
Barrio de Cayo Hueso. Centro Habana
Calle Dragones. Centro Habana
Avenida Acosta. La Víbora
Avenida Acosta. La Víbora
Taller de artículos ortopédicos en la calle Galiano. Centro Habana
Tienda en la calle Galiano. Centro Habana
Calzada del Monte. Habana Vieja
Cafetería en la calle Galiano. Centro Habana
Calle Galiano. Centro Habana
Calzada del Monte. Habana Vieja
Avenida 51, Marianao
 Calzada del Monte y Cienfuegos, Habana Vieja
Calle Reina, Habana Vieja
Reclutas del Ejército Juvenil del Trabajo en la calle Reina
Calle Belascoaín. Centro Habana
Calle Belascoaín, Centro Habana

Un verano en Rumanía

En el verano de 1994 acompañé a unos samaritanos suizos a Rumanía en una caravana de ayuda sanitaria, que cada año organizaban para el hospital ortopédico de Eforie Sud. Éramos un grupo pequeño pero diverso, en el que yo era la única que había conocido el real socialismo.

Salimos desde Zürich en automóviles de segunda y tercera mano que más tarde les dejaríamos a los amigos rumanos. Llegados a Feldkirch abordamos el autoexpreso nocturno hasta Viena, y a la siguiente mañana continuamos viaje en nuestros coches pasando por Graz, hacia la frontera entre Austria y Hungría. A poca distancia alcanzamos el Lago Balatón; un lago poco profundo y fangoso que no me invitó en lo absoluto a entrar en sus aguas.

Fueron largos días sobre la carretera. Nuestros autos, ya invalidados por la inspección técnica suiza para circular, sufrieron varias averías en el trayecto. Hacíamos paradas para abastecernos y para guarecernos del calor apabullante que golpeaba contra el parabrisas. No faltó gente buena que nos invitó a sus casas a beber o a comer algo, e incluso a tender nuestros sacos de dormir en sus jardines y pernoctar. Noches, en las que nos echábamos sobre la yerba y emulando a adivinar el nombre de las constelaciones, se nos cerraban los ojos en un profundo descanso, para pocas horas después amanecer de cara a un cielo límpido de un verano europeo excepcionalmente cálido y seco.

Para mí, siendo cubana, aquel viaje fue mucho más que una aventura en las montañas transilvánicas. Mi motivación, además de ayudar y de documentar el gesto compasivo de estos suizos llenos de altruismo, era presenciar el rostro del postcomunismo y captar ese testimonio. Cómo lucía un país después de cuarenta y dos años de imposición de un sistema que pretende rediseñar y regir la sociedad en todos sus ámbitos?

Entrados en Rumanía, a pocos kilómetros, alcanzamos la emblemática ciudad de Timisoara. Lugar donde el 16 de diciembre de 1989 estalló la Revolución Navideña para luego extinguirse en la ciudad de Târgoviște el 25 de diciembre, con la ejecución de Nicolae y Elena Ceauşescu y con el fin del régimen comunista. Timisoara parecía una ciudad encadenada al pasado. Tristeza en los rostros de los transeúntes, desesperanza en aquellas criaturas mustias que como cuerpos sin ánima esperaban en las paradas de tranvía. La pátina chambona y cenicienta con la que el totalitarismo cubre cada fachada, cada muro, cada piedra, cada mente, quedó como el más nítido entre mis recuerdos de aquel espléndido verano.

Eforie Sud es una ciudad-pueblo que recuerdo vagamente. Nuestros días allí transcurrieron en un campamento cercano a la costa, que armamos con nuestras tiendas en las inmediaciones del hospital ortopédico para recibir allí al resto de nuestra caravana. Camiones que una vez vencidas todas las trabas de una burocracia corrupta y holgazana; debían entregar a la dirección del hospital las camas hidráulicas, el mobiliario sanitario, las computadoras, el equipo médico y los medicamentos donados en Suiza por instituciones y particulares. Se nos unieron lugareños y voluntarios que cada año venían para ayudar. Los samaritanos tenían además un programa para intercambiar con los locales, donde el toque ecuménico religioso no faltó. Me conmovió ver a tantos jóvenes, algunos más que yo, impedidos para caminar. Llegaban al campamento sonrientes y entusiastas, apoyándose en muletas rudimentarias, con piernas deformes,  paralíticas, mutilados por las secuelas de la poliomielitis. Si supieran aquellos, que aún hoy replican la propaganda oficial de que Cuba era la caricatura de un país antes de la imposición del comunismo, que ya en 1955 se había comenzado allí la primera campaña de vacunación contra esa enfermedad. La primera vacuna antipolio había sido dada a conocer ese mismo año por el virólogo e investigador estadounidense Jonas Salk.

La foto de los „países hermanos“ que nos mostraba la propaganda oficial cubana en los años más aterradores de la fraternidad socialista, era el reverso de la realidad. Muy al contrario de aquellas fastuosas portadas de alto brillo que copaban entonces los quioscos de prensa en La Habana, enviadas desde el CAME para publicitar sociedades perfectas y jubilosas; mis fotografías resultaron un testimonio de un país empobrecido, taciturno, retraído en el tiempo y perturbado por las secuelas de una dictadura totalitaria comunista de nombre Ceauşescu.

Después de pasar cuatro semanas en aquel Este de Europa que todavía hoy forcejea con su legado totalitario, comprendí cuán distante está nuestra esencia de esa ideología cercenadora de derechos y de autonomía. Entonces no hubiera sospechado que Cuba, la isla donde nací, estaría aún hoy, casi 30 años más tarde, sometida a ese absurdo. Destrozada en su integridad y desangrándose en un éxodo que ya dura más de 60 años.

Regresé a Zürich por avión. La ciudad a la que llegué con 22 años y en la que fui libre por primera vez. Mi corazón pulsó con extraordinaria alegría cuando, tras dos escasas horas, divisé a través de la ventanilla los espléndidos Alpes y ese verde profundo y amparador, que a pesar de los severos inviernos, increíblemente no se extingue.

Zúrich – Viena – Lago Balaton – Timisoara – Bucarest – Eforie Sud, 1994

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Ein Sommer in Rumänien

Zürich – Wien – Plattensee – Temeswar – Bukarest – Eforie Sud, 1994